martes, 15 de enero de 2013

El estrés y el dolor


Nuestro estado emocional puede estar en ocasiones relacionado con el origen del dolor de espalda que tenemos. El dolor debe interpretarse muchas veces como un grito de auxilio del organismo, que nos avisa de que algo funciona mal. Es decir, que si solo aplicamos un tratamiento terapéutico, puede ocurrir que el dolor vuelva a reaparecer.
Los expertos indican que,  en  muchos casos, es muy probable que las emociones jueguen un papel importante en el origen y la perpetuación del dolor. Incluso si el dolor de espalda tiene un origen físico concreto, los sentimientos pueden modificar la percepción que tenemos de él.
El estrés es uno de los factores que aumenta el riesgo de padecer dolor de espalda, pero se pueden tomar medidas para evitarlo y controlarlo. Existen estudios con resultados discordantes que asocian un estado de estrés a un mal funcionamiento de los músculos y nervios, lo que facilitaría su contractura aunque los movimientos musculares sean mínimos y la fuerza ejercida también, desatando eventos dolorosos y muy molestos. En estos casos, antes de tomar una actitud negativa hacia la molestia, es mejor:
1.- Tratar el propio estrés, resolviendo las situaciones que lo provocan cuando es posible, o aprendiendo a vivir con él de la forma más sana si no se puede eliminar. Para ello existen técnicas psicológicas eficaces

2.- Las técnicas de relajación resultan ser una herramienta terapéutica y preventiva muy eficaz contra el estrés. Cabe destacar la respiración como método de relajación. La respiración está influenciada por el estrés de la vida diaria; la tensión en general dificulta el proceso respiratorio, un estado nervioso provoca una respiración rápida y superficial que aumenta la ansiedad de la persona. Modificando el ritmo respiratorio podemos influir en nuestro estado emocional; la respiración profunda y lenta nos calma, nos tranquiliza. A través de ella podemos regular nuestro equilibrio emocional. Es una excelente y sencilla técnica de relajación que nos ayuda a mantener el control de la situación para actuar de forma serena y equilibrada.

3.- Mantener el mayor grado posible de actividad física. Además de ser eficaz para prevenir el dolor de espalda, la actividad física regular puede contribuir a controlar el estrés y reducir su impacto. Puede ser tan sencillo como acostumbrarse a ir andando en algunos desplazamientos cotidianos en vez de tomar siempre un medio de transporte, o subir cada día algunos pisos a pie, en vez de usar siempre el ascensor.

4.-  Conocer y cumplir las normas de higiene postural que le enseñan cómo adoptar las posturas y movimientos propios de la vida cotidiana de forma que la carga para la columna vertebral y su musculatura sea menor y se reduzca el riesgo de contracturas.

5.- Mantener y desarrollar la musculatura de la espalda. El entrenamiento de la musculatura implicada en el funcionamiento de la espalda disminuye el riesgo de que se contracture.


 

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